Teatro.
Crítica. Extractado de Palabra Abierta
Por
Waldo González López.
Comedia
de Teatro Ocho.
Cuatro
peculiares actrices y una singular comedia
Para
mí, la vida ha sido una constante representación
Celeste
Con
esta escueta información, llegó la invitación: Cuatro actrices se
dan cita en un escenario. Tienen insospechadas cuentas pendientes y,
a medida que avance la noche, en la que aflorarán los celos y las
rivalidades del conflictivo mundo teatral, irán develando su costado
más salvaje. Pero hay más, mucho más, en esta excelente puesta.
Leamos:
El
estreno absoluto en Miami, Estados Unidos, de la esperada comedia
negra Actrices, en la Sala-Teatro Ocho la noche del pasado sábado 15
de febrero de 2020, aconteció como se esperaba: sold out. Sí,
el lunetario vendido, tal acontece en cada nueva puesta de la
minitropa conducida por la infatigable pareja integrada por los
actores y directores escénicos argentinos Alejandro Vales y Jessica
Álvarez Diéguez.
Dramaturgo
Víctor Hugo Cortés.
Y
no podía ser de otra forma, pues la pieza del dramaturgo, también
argentino, Víctor Hugo Cortés, posee los componentes necesarios
para conquistar —apenas iniciada y hasta el final— el disfrute de
los espectadores, a los que tiene y mantiene sujetos en sus lunetas a
la expectativa de situaciones histriónicas y ¿acaso absurdas? pues,
como en la vida, no pocos momentos supuestamene irracionales, se
corroboran en la cotidiana (y a veces, también) absurda, loca
existencia.
No
es gratuita la mención del término absurdo, pues no es raro en la
dramaturgia rioplatense, en la que cuenta con numerosas piezas de
este género, como constaté décadas atrás.
Actrices
se vincula al amplio grupo de comedias argentinas que disfrutamos
—desde la presencia años atrás del minicolectivo en Teatro Ocho—
por ser el idóneo espacio en dar a conocer la actual dramaturgia
rioplantense y, sobre todo, su óptima comedia, gracias a la
tradición de grandes comediantes, entre los que descuella Alberto
Olmedo (1933-1988), actor, humorista y uno de los capocómicos más
importantes en la historia del espectaculo en su país por su
destacada labor en TV, cine y teatro, y quien, además, es el padre
de Sabrina Olmedo, integrante del elenco, como enseguida veremos.
Cuatro
valiosas actrices encarnan igual numero de… Actrices, que se
debaten en el complejo micromundo teatral, donde el triunfo o la
frustración, la alegría o la tristeza, como otras complicadas
situaciones “humanas, demasiado humanas”, no pocas veces
embrollan las difíciles vidas de actrices y actores, quienes laboran
con una inmarcesible, pero real materia: la sicología, ciencia que,
según definen los diccionarios, estudia y analiza la conducta y los
procesos mentales de los individuos, sensaciones, percepciones, como
el comportamiento en relación con el medio físico y social que los
rodea. Veamos el elenco:
Jessica
Álvarez Diéguez es Imelda, una tontuela mujer que desde joven
quiere ser actriz, pero es mediocre y alocada, y padece desde tiempo
atrás su frustración por no ser la estrella que siempre ambicionó
ser. Idónea criatura que encarna a la perfección Jessica, quien,
como ha demostrado en otras comedias, brilla en estos papeles, por su
temperamento y sicología.
Sabrina
Olmedo se mete tanto en la piel y el alma de su notable Julia Linares
Burt, que parece haber sido concebida para ella. Esta Julia es
orgullosa y la más experimentada del cuarteto.
Claudia
Albertario se desempeña con muy buen tino en su difícil criatura:
Celeste. Ya ha actuado con Julia y, como las otras, es ¿amiga? de
Julia.
Y,
finalmente, Lauchi Olivier, quien incorpora con precisión a Nina, la
más joven y decidida. Ama el teatro y ha jurado ser una actriz el
resto de su vida. Por ello, lucha denodadamente. Muy logrado su
papel.
Mas,
también sus nombres simbolizan cuatro figuras de la escena, de
acuerdo con la expresa intención del autor, tal le confesara al
director de la puesta, Alejandro Vales.
Leamos:
Julia, por la clásica obra teatral La señorita Julia (1889), del
sueco August Strindberg; Imelda (1830), por la ópera en dos actos
Imelda de Lambertazzi, con música del italiano Gaetano Donizetti, y
libreto de Andrea Leone Tottola; Celeste, por la novela picaresca La
Celestina (1499) del español Fernando de Rojas. Y Nina, de la
también clásica pieza La Gaviota (1896) del dramaturgo y cuentista
ruso Anton Chejov.
Amplio
puntaje gana Alejandro Vales, por su dirección y puesta:
experimentado intérprete, aquí evidencia sus años de experiencia
desde joven, cuando iniciara su incursión en la escena argentina, la
que ama con la pasión y la humildad que muestra en cada puesta,
siempre secundado por su inseparable familia: Jessica y sus tres
hijos.
Sin
duda, Actrices y los personajes concebidos por Víctor Hugo Cortés
para esta “noche de confesiones”, tienen mucho que ver con el
misterio y las tramas de la novela policial. La sagaz Julia ha
invitado a sus colegas para informarles de un ¿nuevo? proyecto
escénico ideado por ella con un motivo poco común: ¿a quién les
gustaría asesinar? Mas, en realidad, Julia oculta un secreto que no
voy a revelarles. Lo sabrán, estimados lectores, si el próximo
viernes o sábado, asisten a Teatro Ocho.
Un
punto que me parece singular: el dramaturgo, tal una antología
mínima de la Historia del Teatro Universal, incluye títulos de
piezas clásicas de la tragedia griega, la shakesperiana, como las de
algunos grandes autores del Siglo de Oro: Lope de Vega y Calderón,
algunas de Molière y de Lorca, entre otros nombres y títulos
esenciales.
Mas,
asimismo, en no pocos momentos (y regreso a lo policial): Imelda
alude a títulos esenciales de la novela policiaca, como asimismo, el
autor adopta y adapta con agudeza y humor elementos y componentes
propios de esa narrativa, tan gustada ya en las décadas de los años
40 y 50 del siglo pasado por los relevantes escritores argentinos
Borges y Bioy Casares, quienes tal el formidable ensayista y poeta
mexicano Alfonso Reyes, no tuvieron a menos mostrar su complacencia
por un género tan favorecido por lectores y espectadores teatrales y
cinematográficos y, sin embargo, criticado por algunos…
Un
componente decisivo del texto es la ironía, categórico rasgo de la
idiosincrasia argentina, que nutre sus vigorosas dramaturgia, escena
y narrativa. Ello se muestra en los juegos de palabras, ambivalencias
y ambigüedades que, incluidos en el valioso texto, corroboran el
talento y cultura literaria del dramaturgo.
Otro
aspecto relevante para el crítico es la adopción por el autor de
tópicos del humor negro, del teatro de la crueldad y del absurdo.
Asimismo, la constante batalla interpersonal entre las actrices es un
componente esencial del admirable teatro en la Grecia antigua,
iniciadora en Occidente del infinito milagro de la escena. De donde.,
además, proviene el término Agon, que, como se sabe, en griego
significa la lucha entre los personajes, con el coro como juez, que
aquí es o sería el público.
Pero
no solo Celeste sufre en silencio, sino las cuatro que ocultan sus
penas y esa noche de confesiones, revelarán las frustraciones y
miserias ¿humanas? que padecen cada día de sus difíciles
existencias por la compleja profesión de actrices que, a pesar de
todo, aman. En consecuencia, estas mujeres podrán odiarse en
ocasiones, pero al final, las gana y une su profesión compartida. Y
he aquí, para el crítico, donde radica el mayor mérito de la obra
y, sobre todo, el autor, quien en este punto de nuevo evidencia su
amor por “el gran teatro del mundo” (v. g.: Calderón de la
Barca).
Last,
but not least: conmino a mis lectores a que asistan el próximo
fin de semana y puedan así disfrutar y reír, pensar y compatir
fraternalmente con estas cuatro excelentes Actrices, dirigidas con
maestría por Alejandro Vales.
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